China: la verdadera censura que desmiente las críticas a Facebook y Twitter | Televisión | EL PAÍS
En la plutocracia emergente, cuyas repercusiones aún son difíciles de prever, los poderosos magnates se oponen a frenar los rumores y el odio, considerándolo una forma de censura, pero al mismo tiempo desean deslegitimar el periodismo serio, que ha quedado relegado en las redes sociales bajo la consigna de Elon Musk dirigida a los usuarios de X: “Ahora vosotros sois los medios”. Mientras se muestran inflexibles contra la supuesta censura "woke", en los casos de censura real, como ocurre en las dictaduras, las empresas tecnológicas mantienen un silencio conveniente cuando su negocio se ve amenazado.
Lo de Mark Zuckerberg es más cínico: solo cuando ha ganado las elecciones Donald Trump ha desmontado las políticas de moderación y verificación que Meta (Facebook, Instagram y Theads, además de WhastApp) introdujo en 2016 bajo presión y tras una serie de escándalos. En 2020, con la victoria de Biden, corrió a suspender la cuenta de Trump, como hizo Twitter, porque estaba montando una insurrección, un buen motivo. Eso fue antes de que Musk comprara Twitter, hoy X, para salvarnos de la secta progre y convertirla en el altavoz de sí mismo y de la derecha alternativa.
La verdad es que la moderación y la verificación nunca funcionaron del todo en ninguna de las redes. Zuckerberg se movió en 2016 en medio de una enorme crisis reputacional: había sido señalado por las manipulaciones masivas de Cambridge Analytica en el Brexit y la primera victoria de Trump, por la matanza de los rohinya en Myanmar alentada en sus redes, por sus técnicas en Instagram para generar adicción en adolescentes a costa de su salud mental. Sí era y es diligente Meta en reprimir que se vea un pezón incluso en el contexto más artístico posible. Y cuando Twitter era supuestamente woke tampoco era eficaz en suprimir las amenazas de muerte o los insultos racistas, machistas u homófobos, pero al menos mostraba cierto propósito de hacerlo. Hay más plataformas en la desinformación: YouTube ha recomendado a sus usuarios delirios anticientíficos, antivacunas o terraplanistas, cuando no yihadistas o supremacistas. En los tres casos, el problema a estas alturas ya no es borrar el contenido tóxico: sería un avance que dejaran de promocionarlo. Al mismo tiempo, los enlaces de los medios respetables han ido siendo castigados en sus algoritmos.